domingo, enero 23, 2011

Alborada


© Copyright Oscar Grillo 2011

Música:
Les Paul and Mary Ford
The world is waiting for the sunrise (1951)
Capitol 1748

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Acogedor el lugar, me recuerda la casa de adobe encalada que tenía mi abuela. Me gusta la ventana sin cristales, el amanecer y sus degradados y el gallo gritando "Fraga, no me comas!!!"

Oscar Grillo dijo...

Me gusta que a alguien mis dibujos les haga acordar de la casa de su abuela!..Galliano una vez me dijo lo mismo. El canto de los gallos me hacen recordar a la mia, que era portuguesa y tenia gallinas en el fondo de la casa junto a las higueras.

Patricia dijo...

Mi abuela era argentina y tenía gallinas (y gallo) en la terraza.

Anónimo dijo...

Muchos años mi abuela no tuvo electricidad en su casa, que era pobre pero muy grande, pues había gallineros y un enorme establo con vacas y caballos y grandes extensiones para sembrar maíz. Y como no tenía electricidad al oscurecer prendíamos lámaparas de petróleo y escuchábamos novelas como Porfirio cadena, Chucho el Roto o las series de kalimán o al tremendo Tres Patines en un radio de baterías.
Al ir a dormir todo quedaba en completa penumbra. Loa aullidos de los coyotes nos ponían los pelos de punta a mi hermano y a mí.
El amanecer nos despertaba con el frenético canto de los gallos y el olor a huevo con chile cascabel y frijoles cocidos en la olla de barro.

Oscar Grillo dijo...

MARAVILLLLLOOOOSOOOOOO¬!!!!!!!!!

Patricia dijo...

Yo escuchaba Lindor Covas, El Cimarrón, Tarzanito y vaya a saber qué otras novelas con mi abuela cuando me quedaba en su casa en las vacaciones. Un día fui a recoger los huevos de las gallinas y el gallo me atacó y me clavó un espolón en la pierna. El gallo era casi tan grande como yo y la herida se me infectó y me dejó una hermosa cicatriz. Nunca más entré al gallinero.

Anónimo dijo...

Un placer compartirlo contigo, compadrito,

El editor dijo...

Corrían los 50 y la guerra de Corea. Mi abuela era catalana y yo un niño. Le mandaban gallinas de regalo en jaulas de madera desde San Nicolás a Rosario. Esa jaula la ponían en la terraza. Yo les llevaba agua y granos de maíz por unos días. Luego mi abuela me pedía ayuda para traerlas de allí y cortarles el pescuezo (yo debía sujetarles las patas). La pobre ave tenía una muerte lenta y terrible de que me hacía sufrir mucho. Jamás pude comer pollo ni gallina. El solo aroma de su cocción en cualquiera de sus formas me produce un malestar inmediato. Fue uno de los pocos defectos de mi abuela catalana que no fue una seguidora de Pestalozzi. Tampoco de Adler y Jung.

Oscar Grillo dijo...

A mi me asesinaron una gallina favorita de la infancia y no volvi a comer hasta que tuve treinta años, y solo la pechuga, que es la parte mas irreconocible del animal.

Santo cielo! la verifica es ZOOLUST, que suena algo asi como "lujuria zoologica"

Patricia dijo...

Mi abuela mataba una gallina el domingo (no todos los domingos sino en ocasiones especiales)pero nunca la vi hacerlo. Creo que les retorcía el pescuezo de una vez, sin mucho problema. Sus estofados de gallina eran tan deliciosos que nunca más volví a gustar ese sabor.
Yo la ayudaba a hacer los ñoquis. Pero un domingo mató y cocinó el pollo favorito de mi tio Toto, el cual pollo cazaba al vuelo las moscas en el patio y se llamaba Pepe. Mi tío se enfureció y nunca más comió pollo. El se lo perdió y más para nosotros!

Anónimo dijo...

Hace rato mi hija Katy (12) leyó mi historia del pollo que terminó en el caldo y soltó unas lágrimas y me preguntó que cómo pude hacerlo... le dije que eran las costumbres.
Mi abuela también tomaba a las gallinas de la cabeza con una mano y les daba vueltas hasta que les tronaba el pescuezo. Una vez un peón novato prefirió cortar la gallina de un hachazo y el cuerpo cercenado salió corriendo despavorido chorreando sangre mientras la cabeza tirada en el piso me miraba con ojos escrutadores.